lunes, 15 de abril de 2013

El dogma luterano

Los dogmas de Lutero se exponen en El Pequeño y Gran Catecismo (1529), en la Confesión de Augsburgo (1530), y en el Corpus Doctrinae Christianae de Melanchton (1560).
En un primer lugar se mantiene la afirmación de base: la fe es un don gratuito de Dios, es justificación total y completa, y aporta esperanza y caridad. La única fuente de fe, el canal por el que Dios la otorga, son las Escrituras, de las que Lutero rechaza algunos textos dudosos. Todos los fieles, con ayuda del Espíritu Santo, pueden interpretar las Escrituras en el sentido deseado por Dios. Sólo se debe considerar esta convicción interior, sin referencia a las autoridades humanas. La vida de la fe se expresa por el abandono a Dios en la seguridad de la salvación; por la recepción de los dos sacramentos instituidos por Dios: el bautismo, por el que se entra en la comunidad de los creyentes y la comunión, que es la participación de Cristo; por las obras, que no son medio de justificación, sino una forma de glorificar a Dios; por un culto, que es también acción de gracias, fundado en el canto colectivo, la predicación y la comunión. Dios es el único honrado, quedando excluidos los santos.
La doctrina luterana aporta a los fieles una profunda renovación de la propia concepción de la religión. La confianza del creyente en su salvación es una seguriad contra la angustia existencial. La simplicidad dogmática y litúrgica, el empleo de la lengua vulgar y la promoción de los laicos son otros tantos triunfos para el evangelismo. Pero Lutero desencadena un movimiento de pensamiento que le supera rápidamente.

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